El gran incendio de Edo de 1657

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El gran incendio de Edo de 1657

El gran incendio Meireki de Edo de 1657

El 18 de enero de 1657 se produjo en Edo, la actual Tokio, uno de los peores incendios de la historia del país. El incendio destruyó cerca del 60% de los edificios y puentes de la ciudad y se estima que murieron cerca de cien mil personas.

El incendio de Edo es considerado, junto con el incendio de Roma del año 64 y el de Londres de 1666, como uno de los más devastadores de la historia. Es conocido también como el incendio de la era Meireki o incendio "furisode".                                   

Aquí te contamos sus causas, teorías, leyendas y consecuencias del incendio que originó un gran cambio en la capital de Japón a partir de entonces.

Tres días de incendios

En esta época, eran frecuentes los incendios en la capital, a menudo producidos por descuidos o por pirómanos, ya que la gran mayoría de los edificios de la ciudad estaban construidos a base de madera. Además, el poco espacio que existía entre los edificios y las estrechas calles favorecía que pequeños incendios se propagaran con facilidad. De hecho, se proclamaba que una de las mejores atracciones de visitar la capital eran los incendios y las peleas.

El incendio de Edo, según la versión oficial, se inició en el templo de Honmyo-ji, en el barrio de Hongo, en el actual distrito de Koishikawa, situado al norte de la ciudad, el 18 de enero de 1657 sobre las 14:00 horas de la tarde. Ese día soplaban fuertes vientos huracanados desde el noroeste que unidos a la gran sequía que asolaba la ciudad, donde no había llovido en los tres meses anteriores, provocó que el incendio se extendiera rápidamente. Aunque la capital contaba con una brigada antincendios, llamada "hikeshi", estos no tenían la suficiente experiencia ni el equipamiento ni recursos necesarios para afrontar un incendio tan virulento.

Al día siguiente, un nuevo incendio en una posada al suroeste del inicio del primer foco se propagó rápidamente, alcanzó zonas céntricas de la ciudad y destruyó las residencias de las familias del shogunato más cercanas al castillo de Edo, en Kojimachi, actual distrito de Chiyoda. El fuego terminó alcanzando al mismísimo castillo del shogun, del que se perdió una de las torres aledañas, aunque logró conservar la fortaleza principal.

El último día del incendio se produjo un nuevo foco en una residencia al sur de la ciudad. El viento ya había cesado en gran parte y, cuando el fuego llegó a la costa de Shimbashi, el incendio por fin empezó a extinguirse.

Secuelas

Seis días después del comienzo del incendio, cuando ya estaba extinguido, los monjes y otros voluntarios comenzaron a trasladar los cuerpos de miles de muertos a unas fosas excavadas en Honjō, a orillas del río Sumida, donde se construyó además el templo Ekōin en recuerdo de las víctimas. Se estima que el incendio llegó a destruir más de la mitad de los edificios de la capital, incluyendo lo que ahora son los distritos de Chiyoda, Chuō y Bunkyō. También fueron consumidos por el fuego: 550 residencias de daimyos, 770 residencias de diferentes trabajadores del shogun, 350 templos y santuarios y 60 puentes.

En cuanto a vidas perdidas, las estimaciones fueron de entre treinta a cien mil personas, si bien hay otras fuentes que aseguran que las muertes producidas por el incendio fueron aún superiores. En cualquier caso, la población de Edo en esos momentos era de unas trescientas mil personas, lo que da una idea de la dimensión catastrófica del suceso.

Reconstrucción de Edo

Los trabajos de reconstrucción tardaron dos años y el shogunato aprovechó para reorganizar la ciudad. Bajo la dirección del Matsudaira Nobutsuna, las calles se hicieron más anchas y algunos distritos fueron reemplazados y organizados. Se tomó especial consideración en el centro mercantil de Edo. Las residencias de las tres principales ramas familiares de los daimyō que estaban situadas en los terrenos del castillo fueron trasladadas fuera para ser reemplazadas por establos, cercados y jardines de hierbas que actuarían como cortafuegos. Esta medida tuvo un efecto dominó, y se desarrollaron áreas nuevas al este del río Sumida en Honjo y Fukagawa para trasladar allí las residencias de los samuráis, además de templos y santuarios. De esta forma, las áreas periféricas de Edo se urbanizaron cada vez más y Edo creció enormemente en población y extensión, que pasó de tener unos ocho kilómetros de radio a unos dieciséis, el doble de antes del incendio.

La teoría del encubrimiento

Una posibilidad que se ha investigado y parece tener una base real es la del encubrimiento por parte del shogunato del inicio del incendio que provocó gran parte de la ciudad.

Junto al templo Honmyo-ji, residía la familia Abe, una de las familias más importantes de Edo y cuyo líder, Abe Tadaaki, era uno de los más altos cargos del gobierno del shogun. Según esta teoría, en el patio de los poderosos Abe pudo haberse iniciado un fuego de forma imprudente, ya que un fuerte viento soplaba desde el inicio de ese día, que ayudó a que el fuego se convirtiera en un incendio y se propagara rápidamente por la ciudad. El shogunato entonces pidió al responsable del Honmyo-ji que el templo se declarará fuente inicial del fuego para evitar que la negligencia cometida por la familia Abe pudiera provocar posibles protestas y rebeliones del pueblo contra el poder central.

El templo Honmyo-ji fue de los pocos edificios al que se le respetó su ubicación original cuando fue reconstruido, además de ampliar notablemente su tamaño, algo muy sospechoso debido a que el shogunato acostumbraba a castigar duramente los delitos cometidos como método de ejemplarizar a la población con estrictas sentencias a los infractores.

Por otra parte, según los registros del propio templo, desde el año siguiente del gran incendio, la familia Abe donó cada año grandes cantidades de arroz, dinero y otras ayudas al templo Honmyo-ji, que se extendió durante más de doscientos años, que se cree que fue un pago como posible compensación por haberse autoinculpado de la causa inicial del incendio, exculpando así a la poderosa familia samurái.

La teoría del incendio provocado por el Shogunato

Otra teoría que circuló poco después del gran incendio fue la señalaba al propio shogunato como el responsable de provocar el incendio.

En esa época ya existía un plan de remodelación y modernización de la capital, pero era un proyecto muy costoso debido a la resistencia de los dueños de los templos, residencias y edificios que se les ofrecía una reubicación de sus propiedades a las afueras de la ciudad y una pequeña compensación económica. Además, varios edificios que se plantearon mover del centro de la ciudad eran las residencias de grandes familias de la propia administración Tokugawa, lo que provocó que el shogunato tuviera especial cuidado en las negociaciones con estas familias y no llegará a ningún acuerdo importante para su reubicación. La única vía que le quedó al shogunato fue la expropiación de las tierras, gastando aún más dinero y tiempo para los recursos judiciales de los propietarios, lo que ralentizó de manera considerable la necesaria reforma de Edo. 

En este contexto surgió la teoría de que el shogunato pudo provocar un incendio, inicialmente de forma controlada, para poder acelerar y abaratar el proyecto de reconstrucción de la capital.

La leyenda del "furisode"

En los años posteriores al incendio, corrió una leyenda por las calles de Edo, que le dio el nombre popular al incendio.

Esta leyenda pasó de generación en generación y fue compilada por Lafcadio Hearn en sus recopilaciones de historias y leyendas de Japón.

El "furisode", un tipo de kimono que se caracteriza por sus largas mangas de hasta un metro de longitud, era la prenda de las grandes ocasiones y celebraciones para las chicas jóvenes de la época. Una de ellas, una joven de 16 años llamada Ueno, hija de un mercader de la ciudad, visitaba el templo de Honmyo-ji junto con su madre, cuando vio a un joven y apuesto samurái del que se enamoró al instante. Sin embargo, el chico desapareció entre la multitud y ella no pudo conocerle en esa ocasión.

Tan impactada quedo con él, que decidió coserse un "furisode", su mejor prenda, con el color y el estampado de crisantemo que llevaba el chico en sus ropas, y con él puesto visitaba asiduamente el templo y rezaba allí a los dioses con la esperanza de volver a encontrase con el joven. Pero pasó el tiempo, nunca se cruzaron de nuevo y ella enfermó debido a su desesperación y finalmente falleció a causa de este mal de amor.

En el entierro, sus padres cubrieron el ataúd de la joven con su "furisode" y se despidieron de ella. El monje del templo recogió después la prenda y lo vendió a una tienda de ropa de segunda mano para que el bonito "furisode" de seda pudiera ser portado por otra chica.

La nueva dueña lo vistió con 16 años, durante solo un día, ya que empezó a ver sombras y visiones del joven y del mismo modo que Ueno, enfermó y falleció poco después.

El monje repitió el proceso y volvió a vender la prenda una segunda vez, siendo adquirida por otra joven que, por tercera vez, repitió la maldición de vestir el kimono a la edad de 16 años y falleció poco después de habérselo puesto.

Esta vez, el monje junto a las tres familias de las niñas fallecidas por llevar el "furisode", y decidieron que lo mejor era quemarlo para evitar que otra chica pudiera ponérselo y sucediera de nuevo una desgracia. Así, el 18 de enero de 1657 el monje se dispuso a quemar el "furisode" en el patio del templo, mientras recitaba sutras para ahuyentar la maldición. Pero en el momento en el que más ardía, un gran viento azotó el templo, el "furisode" voló por los aires y cayó en el techo del templo, provocando un gran incendio en el templo y expandiéndose rápidamente por toda la ciudad.

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